martes, 22 de noviembre de 2011

CA YAO


     Ca Yao vivía en una remota aldea de las montañas chinas junto a su mujer Yu Lai y su hijo Di Yin. Todas las mañanas se levantaba a las 5 para ir a su trabajo, en una fábrica de explosivos. Debía tener mucha precaución, cualquier distracción podía hacerlo volar por los aires. Además su jefe era un tirano que le hacía la vida imposible. Todos los meses entregaba a su mujer su sueldo íntegro: 5.300 yuanes. Tenían para vivir con bastante desahogo, e incluso podían permitirse algunos caprichos.
      Un día Ca Yao regresó muy contento a su casa. Le contó a Yu Lai que le habían ofrecido un trabajo en la oficina central de la capital para tramitar pedidos y llevar la contabilidad. Trabajaría 8 horas en lugar de 10.
    - ¿Y cuánto te pagarían? -le preguntó su mujer.
    - 4.500 yuanes.
    - ¿Cómo, que perderías 800 yuanes así como así?
   - Mujer, ten en cuenta que estaría mucho más tranquilo, ya no correría tanto peligro con los explosivos.
  - Pues de eso nada, no nos lo podemos permitir. Tenemos muchos gastos, y necesito dinero para comprarme vestidos nuevos. Les dices que no te interesa. Lo que tienes que hacer es tener mucho cuidado para no tener accidentes.
        Ca Yao, que quería mucho a su familia, volvió a su trabajo al día siguiente. Telefoneó a los que le habían ofrecido el nuevo puesto:
        - Les estoy muy agradecido por su ofrecimiento y su confianza, pero no puedo permitirme una reducción del salario.
        - Estamos dispuestos a pagarle hasta 4.800 yuanes. Esperamos mañana su respuesta.
       Nuevamente en casa se lo contó a su mujer, pero ésta no estaba dispuesta a perder 500 yuanes todos los meses.
    - No nos lo podemos permitir - le dijo Yu Lai. Necesitamos los 5.300 yuanes mensuales. Ándate con cuidado y ya está.
        Ca Yao, que era un marido fiel y respetuoso, volvió a su trabajo. Agradeció nuevamente el ofrecimiento y siguió con su ardua y peligrosa tarea diaria.
        Dos semanas más tarde, un compañero de Ca Yao que pasaba por unos malos momentos se distrajo y cometió un terrible error con la maquinaria.
 Hubo una explosión que acabó con la vida de cinco obreros. Uno de ellos era Ca Yao. A su viuda le quedó una pensión de 1.500 yuanes.
        - ¡Es que nunca me hacía caso, el desdichado! -decía Yu Lai en el entierro-. ¡Mira que le dije que tuviera siempre mucho cuidado...! 

EL CRIMINAL CHAI CAI


       Chai Cai vivía en una aldea de montaña de China. En cierta ocasión que se encontraba leyendo un libro antes de acostarse  llamaron a la puerta de su casa. Eran los padres de Yue Len, su compañera de ajedrez, que la buscaban desesperadamente. Hacía ya tres horas que debía haber regresado a casa.
         - Ha estado aquí toda la tarde - dijo Chai Cai. Hemos estado jugando y charlando, pero hace unas cuatro horas que se marchó, antes de oscurecer.
         Los padres de Yue Len preguntaron entonces a los vecinos. Y los vecinos dijeron que la vieron entrar a casa de Chai Cai pero no la vieron salir, y comenzaron a murmurar: "Ya decía yo que el viejo pasaba mucho tiempo con la niña"- decía uno. "Habrá abusado de ella, seguro"- decía otro. "Chai Cai es un pederasta, que nos diga qué ha hecho con Yue Len". "La habrá matado". "Puerco anciano, sinvergüenza, hay que avisar a la policía"... Todos estaban convencidos: Chai Cai había abusado de la niña, la había matado y luego, amparándose en la oscuridad de la noche, la había llevado hasta algún barranco y arrojado a algún lugar inaccesible.
         Chai Cai, que había salido fuera al oír los gritos de la gente. No podía creer lo que estaba sucediendo. En sus 145 años había tenido una conducta ejemplar, pero ahora los vecinos lo miraban y veían que tenía cara de pederasta y asesino, su mirada era la de un criminal e incluso sus gestos lo delataban como un viejo asqueroso y depravado. Avisaron a la policía de la comarca y se presentaron cuatro oficiales en apenas unos minutos; afortunadamente porque algunos ya proponían linchar a Chai Cai. Todas las pruebas lo acusaban: Pasaba mucho tiempo con la niña, fue la última persona que la vio, y en el interior de su casa hallaron unos envoltorios de caramelos con los que la habría engatusado. Mientras se lo llevaban la gente le escupía y le tiraban piedras. Una de ellas le abrió la cabeza y comenzó a sangrar abundantemente.
       - ¡Asesino!¡Criminal! - gritaba la turba enfurecida. ¡Dinos qué has hecho con su cuerpo, pervertido! - vociferaban con saña.
 Y la policía se llevó a Chai Cai para interrogarle en sus dependencias. Y Chai Cai lloraba amargamente... Y quería morir.
 Los padres de Yue Len y los demás vecinos de la aldea, provistos de antorchas, se dirigieron a los barrancos cercanos para buscar el cadáver de la niña. No podían esperar a la luz del día siguiente. Eran las tres de la madrugada. Pero no tuvieron que andar mucho. Por uno de los senderos vieron aparecer a Yue Len. Sus padres la abrazaron y besaron llorando de alegría.
       - ¿Qué te ha ocurrido, hija? ¿De dónde vienes?
    - Es que Chai Cai me estuvo contando otra vez la leyenda del viejo de la montaña, sentí curiosidad, y antes de ir para casa decidí subir, pero no me di cuenta y cayó la noche enseguida. Me desorienté y no encontraba el camino, hasta que por fin vi las luces de la aldea y escuché gritos. Lo siento, no pensé muy bien lo que hacía.
     - Vamos, hija, no te preocupes, pensamos que te había pasado algo.
      Nadie se atrevía a mirar a nadie. Nadie decía nada. Nadie llamó a la policía. Todos se fueron para sus casas. Todos se acostaron. Todos durmieron. Y Chai Cai, el criminal de 145 años, lloraba amargamente en su celda.
 Al día siguiente lo dejaron libre.
    - Al parecer ha habido un error. Cuando hemos llamado para organizar la búsqueda, nos han dicho que la niña está en su casa perfectamente, que se había desorientado en el bosque - le dijo un oficial de policía.
 El anciano no dijo nada. Echó a andar. No paró hasta que llegó a su montaña. Se sentó en lo más alto, encima de una roca.
        - ¡Maldita sea la gente! Y de nuevo rompió a llorar. Luego se quedó inmóvil y entró en una profunda meditación. Al amanecer del tercer día se levantó, alzó los brazos y con un pequeño impulso se elevó en el aire y comenzó a volar lentamente, luego más deprisa y finalmente a gran velocidad. Llegó a Orlando y descendió directamente junto al ratón Mickey en Disneylandia ante el estupor general. Pidió por favor que le hicieran una foto. El disparo de la cámara hizo para Chai Cai las veces de disparo de una pistola. En ese instante el hombre más viejo del mundo murió. Era el 27 de noviembre de 2010.

EL HOMBRE QUE VENCIÓ A LA MUERTE

       Chai Cai vivía en una aldea de montaña de China. Debido a sus 145 años, el periódico más prestigioso de China, 中國記者 , envió a su mejor periodista, Yang Lui, para que le hiciera una entrevista. Se publicó el 14 de marzo de 2010. Dado su interés, la transcribo a continuación:
        "Chai Cai es el hombre más anciano del mundo. Hemos viajado a la remota aldea de la montaña donde vive para hablar con él y preguntarle por su gran secreto.
        - Díganos cómo ha podido vivir tanto tiempo, por favor.
        - Buscando siempre el equilibrio, el ying y el yang. Saber encauzar los éxitos y también los fracasos. Disfrutar de las alegrías y ver siempre lo positivo en las desdichas. Amar desinteresadamente y ayudar al prójimo, porque el bien dado regresa siempre y el mal también: es el equilibrio de la existencia. Comer no más de lo necesario y tener cuerpo y mente siempre activos. Practicar tai chi y jugar... La vida es un juego, por lo tanto hay que jugar para estar en equilibrio, y el tai chi también ayuda a lo mismo. Y, por supuesto, intentar ser feliz con lo que se tiene.
        - Casualmente la segunda persona más longeva del mundo, una mujer georgiana de 130 años, asegura que ha vivido tanto porque todos los días juega al backgammon. ¿Recomienda también este juego?
        - Da igual a lo que se juegue siempre que se disfrute y se respeten las normas.
        - ¿Su vida ha sido feliz?
    - Ha sido feliz porque yo he sido feliz. Nosotros mismos construimos nuestras vidas con nuestros pensamientos y nuestras acciones.
       - ¿Es cierto que no va a morir hasta que se haga una foto con Mickey Mouse?
      - Así es. Yo ya he estado con Mickey Mouse en otros planos de existencia, pero quiero una foto. A mí me gustan mucho los dibujos animados de Disney y es mi último deseo. Luego, me iré.
      - Nunca ha participado en campeonatos profesionales de ajedrez pero dicen que nunca ha perdido una sola partida.
    - Perdí mientras aprendía. Desde los 9 años no he perdido ninguna de las 42.445 partidas que he jugado, tan solo he hecho tablas en 15 ocasiones, con la misma persona: Yue Len.
     - ¿Quién es Yue Len?
     - Una niña de 12 años que vive en esta aldea. Pero a la pocha no ha conseguido ganarme nunca.
      - ¿Nos dirá cuáles son los secretos de la pocha?
     - La pocha es un juego, igual que la vida. Por lo tanto, el secreto de la pocha está en el equilibrio. La mente ha de estar serena, y el flujo de la partida no puede alterarse por incidencias ajenas a la propia naturaleza del juego. Por ello tiene que haber una reglamentación estricta que debe ser observada por todos los participantes. De esta forma se unen en armonioso equilibrio técnica y suerte. Practicando es posible memorizar y ordenar todas las cartas que van saliendo y por estadística y probabilidad saber su ubicación. Sólo queda un 20 por ciento al azar y éste se controla con pensamientos positivos y los chakras limpios.
      - ¿Le tiene miedo a la muerte?
     - Usted no sabe lo que está preguntando. Primero, he vencido muchas veces a la muerte. Segundo, estoy preparado para el tránsito. Tengo todo en orden desde hace tiempo salvo lo de la foto. Tercero, lo que me espera es mejor que lo que dejo, además de que mi cuerpo físico está ya muy deteriorado. No, no le tengo miedo a la muerte. Sólo espero salir airoso del juicio que todos tenemos al morir. Recen por mí cuando muera, por favor.
      - ¿Nos puede contar un cuento chino?
     - Por supuesto. Por ejemplo, la leyenda del forzudo Hu Son. Hace mucho tiempo, un enorme tigre tenía atemorizadas a todas las personas de la comarca china de Huntang, en unas montañas no muy lejos de aquí. Hu Son era un hombre muy forzudo que decidió acabar con él, pero antes de subir a las montañas entró en una taberna y bebió hasta emborracharse. En ese estado se fue en busca del tigre. Como pasó un día entero y no regresaba, un grupo de hombres acudió en su busca. Lo encontraron durmiendo la mona debajo de un árbol y al tigre muerto a pocos metros de él. Cómo logró vencer al tigre es todo un misterio y así fue como se forjó la leyenda del forzudo Hu Son.  
    - Muchas gracias. Ha sido usted muy amable, señor Chai Cai. Que Dios le bendiga y le proteja de los malos espíritus.
     - Lo mismo le deseo, señor periodista."
       Fin de la transcripción.

lunes, 21 de noviembre de 2011

EL ÚLTIMO DESEO

       Chai Cai vivía en una aldea de montaña de China. A sus 136 años era considerado el hombre más viejo del mundo, por lo que era amado y venerado. Le gustaba contar historias a los niños (los mayores huían), sobre todo la del viejo de la montaña, pero nadie le creía. Ya sólo tenía una ilusión en la vida. Había visto todas las películas de dibujos animados de Walt Disney y quería conocer al ratón Mickey y hacerse una foto con él. Su única hija viva, Li Tae, decidió llevarlo a Tokio, donde había un Parque de Disney. Tenían entrada para un solo día, por lo que nada más entrar se dirigieron a Toontown, donde Mickey tenía su casa y se hacía fotos con los visitantes. La cola era larguísima, pero aguantaron casi cuatro horas. Cuando ya les tocaba empezó a llover, así que se suspendió todo y dieron orden de refugiarse en los restaurantes y tiendas cercanos. La lluvia no cesaba y llegó la hora de cerrar.  ¡No podía ser! Un viaje tan largo...para nada. Intentaron por todos los medios hacerse esa foto, pero fue imposible.
     - No importa, hija. Otro año vamos a Orlando o a París. Seguro que tendremos más suerte.
    - ¡Claro que sí, padre! Juntaremos dinero y dentro de cuatro o cinco años te harás esa foto tan deseada.
    Pasaron cuatro años y ya tenían el dinero para el nuevo viaje, pero ocurrió algo inesperado: Su hija Li Tae murió unos días antes de cumplir cien años. Le pidió entonces a su nieto Ce Wong que lo llevase a un Parque Disney para hacer realidad su deseo, pero Ce tenía otros planes para el dinero.
    - Abuelo, yo te voy a regalar una foto de Mickey, pero el dinero me lo voy a gastar en un todoterreno para mí y mi hijo.
    - Pero Ce, con ese dinero no te llega.
    - Con ese y con los ahorros que tienes en tu cuarto, que con tus años ya no te van a hacer falta.
    - ¡Por favor, no me hagas eso! Quédate con los ahorros si quieres, pero déjame hacer el viaje, aunque sea solo.
   - ¡No se hable más! Tú te quedas aquí esperando la barca de Caronte.
      Chai Cai quedó abatido por la actitud de su nieto. Sus vecinos se enteraron de lo sucedido y como lo amaban y veneraban convencieron a Ce Wong para que no le quitara el dinero. Pero debido al mal estado físico del anciano nadie quería acompañarlo en tan largo viaje. Posiblemente no lo soportaría y moriría antes de llegar a ningún sitio. Así que tuvieron una idea: Ya que él no podía ir a ver a Mickey, que Mickey viniera a la aldea y se hicieran la foto.
      Encargaron un disfraz de Mickey en la ciudad y se lo puso una muchacha de baja estatura. Fueron todos los vecinos con "Mickey" a casa del anciano.
    -  ¡Venga, Chai Cai, póngase con Mickey, que vamos a hacerle la foto!
    Chai Cai se llevó el dedo a la boca y se puso a chupetearlo.
    - Tengo 140 años, pero ni chocheo ni me chupo el dedo. Ese no es Mickey de verdad. Os agradezco el esfuerzo, pero Mickey está en el mundo de Disney.
  Dejadme que vaya yo solo. Llegaré seguro, tengo que hacerme esa foto.
      - Lo siento, Chai Cai -intervino uno de los vecinos-. No podemos dejarle que vaya. Su cuerpo está muy mal. No tendría ninguna posibilidad.
      - Pues no pienso morir hasta que me haga esa foto. El viejo Lu Ching me contó el secreto. Sólo necesito que alguien juegue conmigo al ajedrez y a la pocha. Del resto me encargo yo solo.
    Hoy, a sus 145 años, Chai Cai está considerado el hombre más viejo del mundo y también el más sabio. Nadie ha conseguido jamás ganarle al ajedrez y a la pocha. Él dice que no morirá hasta que se haga una foto con Mickey. Y nadie quiere que muera. Al menos hasta que no revele los secretos más profundos de la pocha.
 


El famoso y laureado escritor Ho Tse Lin tuvo la fortuna de poder hacerse una foto con Mickey Mouse. A veces sucede que una tontería para muchos es algo importante para otros.
     

LA LEYENDA DEL VIEJO DE LA MONTAÑA

          Hace mucho tiempo, en una aldea de montaña de China, al llegar la noche y alrededor del fuego del hogar los mayores contaban historias a los más jóvenes. En una de las casas, Chai Cai escuchaba a su tatarabuelo Chai Yin la leyenda del viejo que se fue a la montaña y no volvió:
            - Li Cheng perdió la razón al unirse sus más de cien años con la soledad de las altas montañas. Al enviudar perdió las ganas de vivir y se fue de la aldea, muy lejos de todos. Sólo su amigo Lu Ching subió a su retiro dos veces para dar sepultura a su cuerpo. La primera vez, a los tres meses, Li le contó que vivía feliz con una mujer, pero él no vio a nadie. La segunda vez, a los tres años, no pudo encontrarlo. Lo buscó durante tres días y, abatido, regresó a su casa. Yo tenía entonces siete años y recuerdo que sus hijos le hicieron un funeral al que asistimos los casi trescientos habitantes de la aldea. En el mismo, Lu dijo que buscó a su amigo sin éxito, pero vio una luz muy fuerte sobre unos árboles durante cerca de un minuto. Probablemente era el espíritu de Li despidiéndose.
           - Abuelo Yin, me gustaría subir contigo a la montaña y que me enseñases dónde vivía el viejo Li Cheng.
           Sólo hubo que esperar a la mañana siguiente. Tatarabuelo y tataranieto subieron a lo más alto, donde Lu Ching dijo haber visto la luz. Se sorprendieron al ver a un hombre de unos cincuenta años sentado al borde del precipicio mirando al infinito.
           - Hacía más de cien años que nadie subía hasta aquí -dijo el hombre sin volverse a mirarlos.
           - ¿Quién eres? -preguntó Chai Yin. No te había visto nunca.
           - Soy tu tatarabuelo Li Cheng.
          Yin no entendía nada. Li Cheng, de seguir vivo tendría más de doscientos años. Además, no era su tatarabuelo.
           - No me gusta que se rían de mí. ¿Acaso te has escapado de un manicomio?
          - Pregúntale a Lu Ching. Él sabe lo que pasó aquí hace más de un siglo. No contó todo lo que vio para que no creyeran que había perdido la razón.
          - Lu Ching murió hace sesenta años -replicó Yin.
          - ¿Estás seguro? ¿Viste tal vez su cadáver?
         - Ahora que lo dices, Lu se fue de viaje a Europa y no volvimos a tener noticias suyas. Supusimos que a sus 150 años debió de morir en aquellas lejanas tierras.
        - Él vive en España todavía, en un pueblo llamado Pampaneira. No puede morir hasta que nos vea a mí y a mi esposa Yaisai. Tenéis que conseguir que vuelva a subir aquí por tercera vez.
        El pequeño Chai Cai no podía creer lo que veían sus pequeños y rasgados ojos de un niño de nueve años. ¿Sería cierto que aquel hombre era Li Cheng y lo que estaba contando? Salió de dudas cuando lo vio  levantarse, darle un beso en su cabeza y correr por el aire hasta la montaña de al lado. Allí creyeron ver la figura de una mujer joven que lo abrazaba y cómo se perdían en la espesura del bosque.
        - Vámonos para la aldea, Cai. Y no cuentes nada o será peor.
        - Abuelo, ¿tú no me dices que para estar realizados hay que ser puros y transparentes y que no debemos ocultar nada?
       - Sí, pero si no se daña a nadie; y si no ocultamos lo que hemos visto nos veremos perjudicados. Por cierto, luego hablaré con tus padres. Nos vamos de viaje. 
     - Esto es muy raro. Con los poderes que tiene tu tatarabuelo, ¿por qué no consigue traer él mismo a Lu Ching? Podría ir volando hasta ese sitio donde está. Además, si viene morirá...¡es lo que ha dicho!
       - Tienes razón, pequeño Cai, además creo que España está un poco lejos. Y nosotros no podemos volar.
      - Bueno, en sueños yo sí vuelo. Es fantástico. Cuando me despierto aún noto la brisa fresca en la cara.
      - ¡Me acabas de dar una idea! Intentemos los dos esta noche viajar en sueños y hablar con Lu Ching. Que nos cuente lo que sepa y luego que decida lo que hace.
      Esa misma noche los cuerpos astrales de tatarabuelo y tataranieto llegaron a España, a casa del viejo Lu, que dormía plácidamente en su cama. En el plano astral  hablaron con él.
      - En efecto, Li Cheng es tu tatarabuelo. Su matrimonio no iba bien y tuvo una aventura con tu tatarabuela. Tu tatarabuelo no es tu tatarabuelo, Chai Yin.
      - Tienes más de doscientos años. ¿Cómo has podido vivir hasta ahora?  -preguntó el niño.
      - Cuidando mis tres cuerpos. El físico con una buena alimentación, felicidad, armonía, ejercicio...El astral con largos viajes a lugares que pocos conocen y que recargaban mi energía poderosamente. Y el mental siguiendo los sabios consejos de nuestros antepasados y jugando al ajedrez y a la pocha.
      - ¿Qué pasó en la montaña? -interrogó Chai Yin
      - Es complicado explicarlo. Allí arriba hay una comunicación con otros planos y con otros lugares físicos, digamos otros planetas. Yaisai existe, pero no es de nuestro mundo. Li Cheng viajó a esos lugares muchas veces. En una ocasión se rompió su cordón de plata y ya no volvió a su cuerpo físico. A quien vosotros visteis fue a Li Cheng con su nuevo cuerpo. Ahora me espera con su amor Yaisai para que su mejor amigo se vaya con ellos. Me cuidan y quieren que vaya a esa montaña para el gran viaje.
      -¿Irás? -preguntaron a la vez tatarabuelo y tataranieto.
      - Hay que coger el toro por los cuernos. Y ya va siendo hora.
      Un mes después, Lu Ching llegó a la aldea, donde ya nadie se acordaba de él. Chai Yin y Chai Cai lo acompañaron hasta la montaña. Allí estaban Li Cheng y Yaisai. Los cinco se abrazaron y lloraron de alegría. Los dos que quedaron volvieron a la aldea a tiempo para cenar un rico arroz chino y jugar una partida de ajedrez y de pocha.  

LA ILUSIÓN DEL AMOR

           Li Cheng vivió hace mucho tiempo en una aldea de montaña de China. A la edad de 103 años enviudó y como ya no tenía ilusión alguna para la vida terrenal decidió subir a lo más alto de la montaña y esperar allí su marcha al más allá.
             Aún no llevaba un mes cuando vio aparecer ante sus ojos una joven y bella mujer cual tentación de San Antonio. Sorprendido le preguntó:
            -¿Eres real o una ilusión?¿Un espíritu bienhechor o el maligno peor?¿Vienes a zaherirme o a darme tu amor?
            La muchacha no contestó. Lo miró con dulzura, lo abrazó tiernamente y Li sintió una felicidad indescriptible. De hecho, creyó que había muerto.
            Lu Ching subió a la cumbre a los tres meses de irse Li para dar sepultura al cuerpo de su amigo. Su sorpresa fue grande al verlo sentado en el borde de un precipicio mirando al infinito.
           - ¡Li, amigo, sigues vivo! - gritó alborozado.
          El susto fue tal que Li Cheng estuvo a punto de caer al abismo.
          - ¿Cómo has podido sobrevivir tanto tiempo a tus años y sin alimentos? - preguntó Lu. Incluso te veo con mejor aspecto que cuando te fuiste.
         - Ha sido gracias a Yaisai, que me ha cuidado, me ha alimentado, me ha dado su amor... Es una bendición de los dioses. Aquí soy completamente feliz.
         Lu sólo veía a su amigo. Se compadeció y lo invitó a regresar a la aldea.
         -¿Has perdido la cabeza, Lu? No pienso irme contigo. Pero si quieres puedes quedarte con nosotros. A Yaisai no le importará.
        Lu agradeció el ofrecimiento, abrazó a su amigo y se dio media vuelta.
         - ¡Vuelve cuando quieras! - gritó Li. Me alegrará verte, y tal vez puedas conocer a Yaisai.
        A los pocos minutos y entre la espesura del bosque Lu creyó ver la figura de una mujer joven recogiendo algo del suelo. Pero había mucha niebla y empezaba a llover. Tenía que regresar a la aldea antes de que anocheciera.

LAS SIETE DAGAS

           Li Cheng vivió hace mucho tiempo en una aldea de montaña de China. Tenía la costumbre de irse siempre a la cama con la conciencia tranquila y en paz con sus semejantes. Ayudaba cuanto podía y no se metía en líos. Si tenía un problema difícil, antes de dormirse pensaba en ello con la idea de encontrar una solución durante los sueños.
           Un día se enteró por su amigo Lu Ching que una chica de la aldea estaba enamorada de él.  Lo malo es que Li no sentía lo mismo y no quería que sufriera por su culpa, así que esa noche se acostó pensando qué podía hacer.
           Tuvo un sueño realmente intrigante: Estaba en el borde de un precipicio y divisó en el fondo algo brillante. Como sabía que soñaba echó a volar y se posó al lado de lo que le había llamado la atención. Se trataba de siete dagas clavadas en el suelo por su empuñadura. Cada una tenía una inscripción. La primera decía: "A palabras necias, oídos sordos". La segunda: "Vive y deja vivir". La tercera (que era la más brillante): "Coge el toro por los cuernos". La cuarta: "Anda caliente y que se ría la gente". La quinta: "No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti". La sexta: " Haz bien sin mirar a quién". Y la séptima: "No te fíes ni de tu padre". En eso despertó.
           Toda la mañana estuvo pensando en los mensajes de las dagas y llegó a la conclusión de que tenía que hacer caso a los números cinco y seis. Así que se dirigió a la casa de la chica y pidió su mano en matrimonio. Vivieron juntos más de ochenta años hasta que ella murió centenaria. Li Cheng nunca la quiso y la vida a su lado fue un infierno. En el entierro de su esposa, Li le preguntó a su amigo Lu:
           - Oye, ¿tú sabes lo que es coger el toro por los cuernos?