lunes, 21 de noviembre de 2011

LA ILUSIÓN DEL AMOR

           Li Cheng vivió hace mucho tiempo en una aldea de montaña de China. A la edad de 103 años enviudó y como ya no tenía ilusión alguna para la vida terrenal decidió subir a lo más alto de la montaña y esperar allí su marcha al más allá.
             Aún no llevaba un mes cuando vio aparecer ante sus ojos una joven y bella mujer cual tentación de San Antonio. Sorprendido le preguntó:
            -¿Eres real o una ilusión?¿Un espíritu bienhechor o el maligno peor?¿Vienes a zaherirme o a darme tu amor?
            La muchacha no contestó. Lo miró con dulzura, lo abrazó tiernamente y Li sintió una felicidad indescriptible. De hecho, creyó que había muerto.
            Lu Ching subió a la cumbre a los tres meses de irse Li para dar sepultura al cuerpo de su amigo. Su sorpresa fue grande al verlo sentado en el borde de un precipicio mirando al infinito.
           - ¡Li, amigo, sigues vivo! - gritó alborozado.
          El susto fue tal que Li Cheng estuvo a punto de caer al abismo.
          - ¿Cómo has podido sobrevivir tanto tiempo a tus años y sin alimentos? - preguntó Lu. Incluso te veo con mejor aspecto que cuando te fuiste.
         - Ha sido gracias a Yaisai, que me ha cuidado, me ha alimentado, me ha dado su amor... Es una bendición de los dioses. Aquí soy completamente feliz.
         Lu sólo veía a su amigo. Se compadeció y lo invitó a regresar a la aldea.
         -¿Has perdido la cabeza, Lu? No pienso irme contigo. Pero si quieres puedes quedarte con nosotros. A Yaisai no le importará.
        Lu agradeció el ofrecimiento, abrazó a su amigo y se dio media vuelta.
         - ¡Vuelve cuando quieras! - gritó Li. Me alegrará verte, y tal vez puedas conocer a Yaisai.
        A los pocos minutos y entre la espesura del bosque Lu creyó ver la figura de una mujer joven recogiendo algo del suelo. Pero había mucha niebla y empezaba a llover. Tenía que regresar a la aldea antes de que anocheciera.

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